Columna Cómo evoluciona la Educación Superior Chilena
La Educación Superior en Chile ha experimentado cambios profundos en las últimas décadas. Estos incluyen la expansión de la oferta privada desde el inicio de los años 80s, el incremento en la ayuda financiera desde el 2004 y, más recientemente, la implementación de gratuidad en un grupo de instituciones. Actualmente, el sistema presenta una población de estudiantes masificada y diversa, lo que se manifiesta en 1.2 millones de alumnos matriculados de los cuales aproximadamente un 70% pertenecen a la primera generación de sus familias en asistir a una institución de Educación Superior. Mayor acceso, sin embargo, no ha implicado necesariamente más igualdad en indicadores como la persistencia, rendimiento académico o acceso al mercado laboral. Indicadores de persistencia a nivel general muestran que aproximadamente el 30% de los estudiantes abandonan durante el segundo año y que más de la mitad de los estudiantes matriculados no terminan el programa que inicialmente comenzaron.
En relación con las instituciones de Educación Superior también se aprecia diversidad. A septiembre de este año existían 149 instituciones vigentes, de las cuales 60 son Universidades, 42 son Institutos Profesionales y 47 son Centros de Formación Técnica. La diversidad se materializa no solo en el tipo de institución sino que también en términos de calidad, misión y foco. Por ejemplo, existen instituciones acreditadas, con mayor número de años expresando mayor calidad, y otras no acreditadas, sobre las cuales es difícil conocer la idoneidad de sus procesos formativos.
¿Cómo pueden los futuros alumnos incorporarse de manera adecuada a este sistema diverso y complejo? Creemos que aquí hay dos aspectos clave a considerar: la transición desde la educación media a la superior y la experiencia de los estudiantes, particularmente en el primer año.
En relación al primer elemento, es importante comprender los factores que hacen que la transición desde la educación secundaria a la superior sea exitosa. Entre ellos destacan las expectativas que los estudiantes y sus familias tienen sobre la educación superior y los factores que influyen en la construcción de estas expectativas. En este proceso, la información a la que acceden los estudiantes y sus familias es fundamental. Sin embargo, estudios muestran bajos niveles de conocimientos de los alumnos postulando a la educación superior, especialmente en temas de costos, aranceles, formas de financiamiento de carreras, tasas de graduación, sueldos y tasas de empleabilidad. Los estudiantes reportan niveles más altos de información respecto de mallas curriculares y características de programas e instituciones de educación superior de su interés, aunque los niveles de conocimientos siguen siendo bajos. Los estudiantes se informan principalmente a través de familiares y amigos, actividades organizadas por los establecimientos escolares a los que asisten y páginas web tanto gubernamentales como de las propias instituciones. Y si bien los representantes de instituciones de educación superior juegan un rol importante al informar de manera más cercana su experiencia a alumnos aun en la educación media, el rol del orientador del colegio podría potenciarse para lograr una mejor preparación de los estudiantes para las etapas que están por venir.
Una forma de potenciar dicha labor es conformando equipos de trabajo al interior de los establecimientos junto a profesores jefes y profesores de electivos, identificados por alumnos como cercanos y relevantes para la toma de decisiones en esta etapa. Equipos de este tipo podrían permitir un contacto más personal e individualizado de los estudiantes y un seguimiento más frecuente del proceso de toma de decisiones y las alternativas relevantes para cada uno. Es importante capacitar y conformar equipos de orientación más efectivos y pertinentes especialmente en establecimientos escolares de menores ingresos, ya que investigación reciente revela que el rol de la familia y amigos si bien es emocionalmente muy importante, puede ser menos efectiva, al igual que la navegación de sitios web.
Por otro lado, la experiencia estudiantil, particularmente en primer año, es un elemento importante para comprender el encuentro con la educación superior. En un sentido amplio, el concepto de experiencia estudiantil se refiere a la totalidad de las experiencias que los estudiantes viven en la educación superior. Incopora los elementos curriculares y pedagógicos propiamente tales, pero también aquellos extracurriculares (participación en asociaciones estudiantiles, actividades deportivas y culturales, entre otras). De esta manera, la experiencia estudiantil se asocia también al sentido de pertenencia e integración social que los estudiantes experimentan. Considera, además, la percepción sobre los servicios de apoyo y los recursos puestos a disposición del aprendizaje (bibliotecas, salas de estudio, plataformas virtuales, espacios de recreación, entre otros). Una experiencia estudiantil positiva debería estar asociada a una transición y un encuentro (o ajuste) más fluido con la educación superior.
Si bien, los elementos curriculares y pedagógicos son claves para la experiencia estudiantil, informes de la OECD y del Banco Mundial han cuestionado la calidad de la docencia en nuestro país debido a la falta de flexibilidad curricular y métodos centrados en la memorización de contenidos. Esto genera preguntas sobre cómo se está educando a una población creciente y diversa, que requiere una docencia más profesional, para los desafíos del mundo incierto que enfrentarán en el futuro. Muchas instituciones de Educación Superior han avanzado en instaurar prácticas docentes que fomentan el aprendizaje activo, sin embargo, estudios muestran que ha sido complejo desarrollar experiencias innovadoras en docencia, que lleguen al aula, donde mas allá de un grupo acotado de profesores innovadores y comprometidos, aparentemente se replican prácticas docentes expositivas y pasivas. Asimismo, la diversidad de instituciones varía en cantidad y calidad de servicios y recursos puestos a disposición de los estudiantes haciendo que la experiencia de los estudiantes respecto de estos elementos sea desigual dependiendo de la institución, o incluse la carrera, en la que se encuentra estudiando.
En Chile, si bien se cuenta con información respecto de algunos de los elementos que constituyen la experiencia estudiantil a través de la acreditación y sitios web del Ministerio de Educación y el Consejo Nacional de Educación, no contamos con información que provenga directamente de los estudiantes respecto de su experiencia estudiantil. En otros países, particularmente del mundo desarrollado, existen encuestas sobre experiencia estudiantil a nivel nacional o, al menos, de grupos importantes de instituciones. Estas son empleadas tanto para informar a los estudiantes prospectivos sobre la experiencia de sus pares, como para la auto-evaluación y mejora institucional. Se trata de una buena práctica que podría tener eco en nuestro país.
Mayor y mejor información respecto de la experiencia universitaria y procesos de orientación más cercanos y personalizados permitirían adecuar expectativas de los estudiantes y sus familias y redundar en procesos de transición a la educación superior más satisfactorios.
María Verónica Santelices y Carlos González, Directores Núcleo Milenio Educación Superior
Read MoreEstudiantes agobiados II
En relación a la carta del profesor Matko Koljatic y a la discusión sobre distintas formas de enseñanza en la educación superior, hay al menos tres elementos adicionales que efectivamente ayudan en el proceso de lograr una enseñanza efectiva. En primer lugar, los Instrumentos de gran escala y estandarizados que miden la experiencia estudiantil, la motivación de los estudiantes y el compromiso de estos con su propio aprendizaje. Estos instrumentos indagan también en la percepción de utilidad de los apoyos que las propias instituciones ofrecen para sus alumnos entregando información valiosa para la toma de decisiones a nivel de programa y también de instituciones. En segundo, las capacitaciones para profesionales que enseñan en educación superior pero que no cuentan, necesariamente, con conocimientos sobre didáctica, evaluación ni retroalimenactión. La evidencia local muestra que estas capacitaciones son efectivas y conllevan a mejores percepciones de aprendizaje por parte de los alumnos. En tercer lugar, las políticas institucionales que promueven y premian las buenas prácticas docentes. El quehacer de los profesores de educación superior es intenso, variado, y muy tensionado por múltiples demandas. A la labor de docencia se le suma la de investigación, publicación, interacción con el medio y transferencia. Es fundamental enviar señales potentes respecto de su importancia tanto en procesos con consecuencias para los docentes, como para
hacerlo parte de la cultura.Estas herramientas se suman a las estrategias dentro del aula, mencionadas por el profesor Koljatic en su carta. Efectivamente no se aprende a enseñar solo y existe una amplia literatura sobre prácticas, instrumentos y políticas de la cual podemos aprender.
María Verónica Santelices y Carlos González
Co-Directores
Núcleo Milenio Experiencia de los Estudiantes en la Educación Superior
Académicos Facultad de Educación UC
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